Por: Psic. Aziza Di Bello
Se encontraba al borde del precipicio. Su coche se había quedado atascado entre dos rocas, y una rueda había quedado sostenida en el vacío. La invadió un miedo terrible cuando miró hacia abajo y vio las olas que golpeaban salvajes, sin piedad, segundo tras segundo. Su corazón latía tan fuerte que sentía se le iba a salir del pecho, todo resonaba en su interior. Se asustó como jamás lo había hecho, pero lo que más miedo le dio fue saberse en la oscuridad, perdida. Vio todo negro. Vio que eran sus últimos minutos de vida y los estaba viviendo aterrada, espantada.
Recordó haber tenido siempre la ideal visión del día de su muerte. Se sabía convincente y segura. «¡El día que la muerte me encuentre estaré preparada!», se decía siempre a sí misma. «No tendré miedo porque volveré con mi Creador, no me importará dejar el paraíso de la piel suave de mis hijos ni sus sonrisas y carcajadas; no me importará dejar los brazos de mi esposo que me acunan cada noche ni sus dedos cuando limpian mis lágrimas, ni tampoco cuando pone un bocado de carne sabrosa en mi boca… no me importará dejar mi Firdaus en esta tierra, porque estaré volviendo a mi Creador».
Pero ahora mismo, lejos estaba de esa muerte ideal con la que ella había soñado y para la cual creía estar preparada; en ese mismísimo instante constató que se encontraba tan débil, tan vulnerable, tan sola y tan oscura, que abrió la puerta del coche mirando al vacío, y no pudo más que echarse en ese pedazo de tierra a llorar.
Lloró, lloró y lloró. Lloró por no disponer de más tiempo para fortalecer su Iman. Lloró por no haber trabajado más en su Din. Lloró por darse cuenta de que aún amaba más este mundo que el otro, que aún amaba más a su esposo e hijos, y que no quería partir aún pues no estaba preparada para ello; y se arrepintió de no haberse preparado para este día. Y mientras se ahogaba en sus lágrimas, tocó algo suave, y escuchó la voz dulce de su esposo que decía: «¿Qué te pasa habibti? No llores, di a’udhu bil-lah mina shaitan irrayim«, y mientras la sacudía el repetía: «Di a’udhu bil-lah mina shaitan irrayim«…
Lentamente, entre su llanto sintió su aroma, ella estaba en su pecho recostada, él la acariciaba y seguía repitiendo la misma frase. Abrió los ojos y, secando sus lágrimas, dijo: «Alhamdu lil-lah, aún estoy viva… Mi amor, estaba soñando ¡Déjame que te cuente!».
«Espera, recuerda que el Profeta nos enseñó que los sueños malos no hay que contarlos, no me cuentes. ¿Fue bueno o malo?», le dijo él.
«Fue malo, horrible, o… no lo sé, quizá no tanto, creo que a la vez fue bueno, pues me sirvió para saber qué tengo que hacer a partir de ahora: trabajar para el verdadero Paraíso», contestó ella.
“In sha Al-lah habibti, espera que te traiga un café».
Mientras esperaba su merecido café luego de tal sueño, tanto agotador como revelador, abrió el sagrado Corán y leyó parte del capítulo Los bizantinos en voz alta:
{Entre Sus signos está [haber creado] la noche para que descansen y el día para que procuren Su favor [el sustento]. En esto hay signos para un pueblo que escucha} [Corán 30:23].
Y saltó a la sura Al An’am con su sabiduría, como buscando respuestas…:{Él es Quien toma sus almas por la noche, sabe lo que han hecho durante el día, y les devuelve el alma al despertar, hasta que se cumpla el plazo prefijado para su muerte. Luego volverán a Él, y les informará sobre lo que hacían} [Corán 6: 60].
Se puso a pensar que una vez más estaba maravillada con el hecho de que, cada vez que consultaba el Corán, volvía a encontrar respuestas. Entonces pensó en que el sueño es considerado como una pequeña muerte, y volver del sueño o despertar es una resurrección… ¡Subhan Al-lah! Y que, aunque todavía pegadas al cuerpo, las almas salen de él, y vuelven solo si Al-lah quiere. Es por esto que es considerado una señal, porque es un recordatorio cotidiano sobre la muerte y la resurrección. Se quedó pensativa, recostada en su cama, mirando por la ventana. Poco a poco se incorporó y, luego de intentar aclarar sus ideas y pensamientos, pronunció la súplica para las mañanas: “¡La alabanza sea para Al-lah quien nos da la vida después de que Él nos hace morir (durante el sueño) y hacia Él será el regreso!”.
Pensó en la similitud entre el enfoque psicoanalítico y la revelación islámica; en las horas de discusión que hubiera tenido en la universidad años atrás, cuando era estudiante, si les hubiera dicho esto a sus profesores. Los sueños eran para Freud el «camino real hacia el inconsciente»; pero en cambio en el Islam, los sueños son de diferentes tipos, de los cuales solo uno es una expresión de nuestros deseos internos. El Mensajero de Al-lah, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, nos informó que: “Hay tres tipos de sueños: los sueños lúcidos inspirados por Dios, las pesadillas inspiradas por Satanás, y aquellos inspirados por los temores y preocupaciones de la gente” (Muslim).
Pero, ¿qué tipo de sueño era este? Tenía que consultar con algún hermano o hermana de conocimiento para que la orientaran.
{Bendito sea Aquel en Cuyas manos está el reino y tiene el poder sobre todas las cosas. Él es Quien creó la muerte y la vida para probarlos y distinguir quién obra mejor. Él es Quien creó siete cielos superpuestos. No verás ninguna imperfección en la creación del Misericordioso. Vuelve la vista y observa, ¿acaso ves alguna falla?} [Corán 67:1-3].
Seguía leyendo, y aparecían una vez más la muerte y la vida mencionadas en el Libro, como elementos para probarnos y distinguirnos. Mientras que la cultura occidental contemporánea considera que la inteligencia es la más importante característica para determinar el éxito de un individuo, el Islam enseña algo distinto. En el Corán, refiriéndose a los exitosos, dice: {Esos son los que están en la guía de su Señor y serán los bienaventurados} [Corán 2:5].
El éxito no es un mero producto del logro académico o económico, sino el resultado de la sumisión a Al-lah. El Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, nos ha dado una definición que los musulmanes debemos adoptar. Él nos dijo que la persona más sabia es la que recuerda la muerte con frecuencia. Claro que es importante tener logros de varios tipos y la inteligencia en general es importante; sin embargo, uno no debe darle más lugar del que se merece. La verdadera sabiduría es el temor de Al-lah, y los padres musulmanes y los educadores deben esforzarse por cultivarla en los niños y en las familias antes que cualquier otra cosa.
De repente, sintió que alguien le hablaba y ya comenzaba a percibir el aroma del café recién hecho. “Querida, bebe tu café, hace rato lo he dejado a tu lado, estabas como absorta mirando por la ventana y no quise molestarte; bebe, ya debe de estar frío”, le dijo su esposo.
“Muchas gracias, sí… será mejor que beba mi café y me disponga a levantarme, pues luego de esta noche tengo mucho que pensar y mucho trabajo por delante; así que, ¡manos a la obra!”.