Por Psic. Aziza Di Bello
Testimonio de Aziza
Musulmana uruguaya conversa en 2012
Tenía 23 años cuando al ver a una mujer con hijab quedó paralizado mi corazón. Entendí en el instante la esencia del mismo.
Me dije a mi misma que esa mujer era una Reina, que era capaz de desafiarlo todo al estar libre de la moda, al no importarle seguir el patrón que sigue la masa. Esa imagen quedó en mi retina por años. Diez años más tarde abracé el islam como forma integral de vida.
Hace 5 años elegí ser musulmana. Me puse el hiyab y comencé a experimentar desde el primer momento los beneficios de su uso. El hijab no es solo cubrirse el pelo, sino todo el cuerpo a excepción de la cara y las manos. Asimismo, engloba una actitud que implica ser modesta. Solo luego de experimentar su uso, comprendí en su totalidad porqué era obligatorio para una mujer musulmana usarlo.
Mi hijab me da una identidad como mujer musulmana, devota y respetable; muestra que conmigo no se juega pues al poner un límite me protege no solo de la mirada del hombre sino de cualquiera que pueda valorarme y evaluarme por otra cosa que no sea mi capacidad, mi intelecto, mi corazón.
Me eleva en estatus al elegir someterme a mi Creador y no a su creación, ya que es un acto de adoración y está prescrito por Allah en el Corán. No soy sumisa, al contrario! Pues sé muy bien que me somenten cuando me obligan a quitarme mi pañuelo.
A su vez, mi hijab es para mí una rebelión contra el consumismo de la carne, me libera de la sumisión al otro para satisfacer sus necesidades. Además es un acto de misericordia entre hombres y mujeres, pues obliga al otro a no distraerse en superficialidades y cosas que pueden llevar a afectar un matrimonio, una familia, y por ende una sociedad. Por lo tanto sus beneficios llegan hasta el ámbito social. Hace que mi interlocutor se centre en mi interior y se me aprecie por quién verdaderamente soy.
Foto de: Giulia Iacolutti