Por Psic. Aziza Di Bello
Los insultos fueron y vinieron en altas vociferaciones por largos minutos, en los que se dijeron las palabras más asquerosas, agresivas e incluso dolorosas que uno puede escuchar, luego de un fuerte portazo en sus coches, siguió cada uno su camino, claro, pero ahora con su sistema nervioso simpático activado al 100%, el cortisol liberado en grandes cantidades (cortisol es la hormona que se libera en el estrés), atrapados cada uno, (ella y él) en la proyección de sus pensamientos y en la rigidez de querer mantenerse en una postura por una creencia irracional basada en sus interpretaciones de una realidad absolutamente subjetiva. 😤
Ufff que frase tan larga…te sonó extraña? Ya entenderás
Ellos seguían:
¡Eres una inepta! ¿En dónde has aprendido a conducir? Dijo uno. ¿Y tu? ¿Las regalan las libretas de conducir en tu país?? La otra. Callate…#@%+€¥!!! ¡Muévete anda! ¡Sal de mi camino antes que te mate pedazo de @&$#%/+=! ¡Que no, que no me muevo nada, que no tienes razón! No te das cuenta que tu, que yo, que tu, que yo….Portazos…gritos… golpes…
Yo 👀 mirando, 😵 oyendo. Uff solo de recordarlo me desarmoniza,
sobretodo a primera hora del día, y solo con 1 café encima! Pero, si bien no tenía todas mis neuronas en funcionamiento (me hace falta al menos 2 cafés para eso!!), fue suficiente para motivarme a querer contarte y traducirte qué planos subconscientes operan en ti, en mi y en todos, que hacen que
uno le robe al otro su tranquilidad, o mejor dicho uno le regale al otro su tranquilidad.
¿De qué hablo?
Ese hombre adulto y esa mujer adulta en la calle no eran los que estaban discutiendo. Esos, era 2 niños intentando ser vistos, ser reivindicados, ser escuchados y ser validados en su verdad…esto se trata de algo tan importante conocido en Psicología como las «heridas de la infancia»…y el trabajo que muchos de nosotros enseñamos a nuestros pacientes /clientes, se llama «Reparentización».
Algo que todos vivimos en mayor o menor medida.
Es así que cuando reaccionamos, estamos anclados a ese pasado, y gritamos parados desde los zapatos de ese niño o niña…
Ahora, hoy, desde tus zapatos de adulta te propongo que invites a esa niña a jugar, la mires y le digas: Hola. Yo te veo. Yo te oigo. Entiendo cómo te sientes. Lo siento. No te preocupes. Eres valiosa.
¿Sabes?
Si no aprendes a curar tu herida siempre seguirás proyectando en el otro tu dolor, tu desamparo, tu incomprensión. Proyectamos en los otros porque no podemos lidiar con nuestras propias emociones, con nuestros propios desgarros.
Honra a tu niña porque hablar con ella será la que traiga a la vida a la adulta que aún no puede expresarse.
Reconoce la necesidad de trabajar en ello, y hazlo, o sé una niña herida toda la vida.
Respira cada vez que una situación insignificante desenlace en ti un sinfín de emociones, haz un chasquido con tus dedos y di «ahhh eso debe ser algo de lo que se refería la psicóloga…» y ponte manos a la obra porque ese desencadenante ahí fuera no es más que un recordatorio de lo que tienes por sanar ahí dentro.
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Aziza Di Bello
Psicóloga & Coach para el Liderazgo Personal
Alhamdulilah!…Gracias por estas palabras! Jazak Allah!